La plaza de mi pueblo…
Era bonita y sigue siéndolo pero, ¡ay, el pero!...
Años ha que se pedía una rehabilitación del entorno de la plaza. Su asfaltado, su mobiliario urbano, la fuente que, tras varios arreglos a lo largo de su existencia, más o menos afortunadas, necesitaba con urgencia un lavado de cara que respetara su historia.
Y por fin se hizo. La plaza luce nueva, PERO no acaba de lucir bonita. La fuente luce digna, en una actualización que prescinde de la pieza original instalada en 1929 e instala una reproducción, en piedra, preciosa, fiel al original, que realza esa historia acumulada desde el 29, y que guarda como tesoro la placa original en la que se inmortalizó la fecha de la traída de aguas a Alcadozo. Esa fuente era y es, junto al pobre olmo que sucumbió a la enfermedad, como tantos otros congéneres en estos tiempos, el alma de la plaza de Alcadozo. Ahora el alma de la plaza de Alcadozo se le ha buscado un oficio; el de ser guarda de tráfico, plantada sobre un montículo verdoso y floreado, por encima del nivel de la plaza, haciendo las veces de de adorno de una glorieta que me pregunto qué falta hacía allí donde está.
Y el lugar que ocupaba desde 1929, ése ahora es hueco, sólo el hueco que ha dejado su traslado de metros más arriba, el hueco que se destaca aún más en esa plaza peatonal que se ha distinguido del espacio por el que circulan el tráfico rodado.
Y es que sí, se ha ganado por fin espacio real para los peatones en la plaza de Alcadozo, pero no se ha conseguido hacer –con ese poco acertado cambio de ubicación de la fuente- un espacio dedicado para el peatón, para su disfrute.
Dejando la fuente, tal como está ahora, donde estaba, se hubiera conseguido un entorno para la gente, para el vecino. Un pequeño rincón, en pleno corazón de Alcadozo, donde los vecinos acudieran a sentarse en los bancos instalados, para verse unos frente a otros o para no verse, pues la fuente hubiera servido para distraer mirada y refrescar el ambiente todo a una en verano, para cobijarse de miradas no deseadas, si apetece, o para mostrarse sentada en su borde y hablando con la vecina otro día, para que los niños jugasen a su alrededor –como han venido haciendo generaciones enteras de alcadoceños- y la usasen de salida, de meta, de poste, de “casa” para el “pillao”… un sinfín de posibilidades que, estando donde está, dejan de existir.
Si la intención era regular ese gran tráfico rodado que acumula Alcadozo –no niego que en ciertos momentos de la semana hay coches en el pueblo –las fiestas son otro cantar porque lo normal es la afluencia de coches y gente en esas fechas-, creo sinceramente que lo se ha conseguido ha sido complicar aún más la situación sacando la fuente de su lugar inicial.
La solución de movilidad, peatonal y de tráfico rodado, en nuestra plaza, no pasa por usar de esta manera esos pequeños tesoros de nuestra memoria colectiva, como son la plaza en su conjunto y la fuente en concreto, pasar por pararse un tanto a pensar, pasar por concienciar a los vecinos, a través de buenas obras municipales en este caso, de lo que tenemos y de que no todo vale por el mero hecho de que sea nuevo.
Mi solución:
No soy experta en urbanismo. Algo he tenido como aprender en mi oficio de prensa, por la necesidad y exigencia de informar debidamente, y ese algo, sumado al sentido común de cualquier ciudadano, vecina de Alcadozo y enamorada eterna de mi pueblo, obliga a plantearme qué solución podría plantear desde estos baremos.
La plaza ha de ser un punto de encuentro para los vecinos, para pasar, para transitar y para detenerse, pero sin peligro, en el que predomine el vecino y no su coche, que prime el andar del vecino y ese andar le propicie comunicarse con los otros vecinos, con la gente que viene a trabajar, a comerciar, a atender cualquier clase de asunto en Alcadozo, y tiene que detenerse en la plaza. Pensando en eso, pensando en esos veranos, en los abuelos y los padres sentados en los nuevos bancos, hablando, viendo como sus nietos, sus hijos juegan, sin preocuparse tanto como ahora de los coches que circulan, yo hubiera ordenado el tráfico en dos sentidos, uno de bajada y otro de subida, y hubiera ampliado la zona peatonal en la cuña que la actual zona hace, trazando una línea imaginaria, hasta prolongarse con el extremo más cercano a de la glorieta que se ha instalado. Eliminaría dicha glorieta y ubicaría la fuente el centro de esta plaza peatonal, en el hueco que ahora existe entre los bancos, aumentando un tanto el espacio entre los mismos y la fuente, para dar espacio al trasiego normal.
De esa manera tendríamos una plaza peatonal en el centro, sin acceso alguno para los coches en ella, y dos calles que la rodearían por ambos lados, una de subida, y otra de bajada, con sus respectivos pasos de peatones y sitio sufiente en el espacio en el que se ensancha la plaza, frente a la casas del cura y actual ayto. para ubicar la parada de autobús.
Por supuesto en la plaza de peatonal instalaría árboles a sus bordes, que en unos años den sombra y refresquen –creo que el olmo es una clase de árbol que ha conseguido recuperarse de la enfermedad que estaba acabando con la especie, sería cuestión de informarse para ver si existe la posibilidad de plantar al menos uno junto a la fuente, y siempre que se pueda atendiendo al paso de vecinos y a su bienestar- sin que supongan sus raíces un problema a medio y largo plazo.
Tener en cuenta que ordenar de una vez el tráfico en la plaza, supone a la vez dar respuesta a una necesidad ya algo antigua en Alcadozo, como es ordenar todo el tráfico rodado que entra. Hay que decidir qué calles son de qué sentido. Es anacrónico que sigamos teniendo las calles sin una ordenación de este tipo cuando se ha incrementado el parque móvil en Alcadozo tanto como en cualquier otro pueblo en los últimos veinte años, a la vez que aumentaríamos la seguridad de los peatones en las calles.
Nieves Milagros Martín García